Diego Quiroga destacó en la Travesía del Lago San Pablo #OrgulloDragón



“Lo más importante en el deporte y en la vida no es la velocidad, sino la constancia. Estoy muy contento por como me fue. Tal vez no fue el mejor tiempo que pude hacer, pero en todo caso me divertí”. Así resume nuestro rector, Diego Quiroga, su participación en la edición número 60 de la Travesía Natatoria Lago San Pablo. Después de 14 años sin competir en el más alto nivel, regresó al agua para demostrar su pasión por este deporte. Lo hizo en una de las carreras más representativas del país. 


A primeras horas de la mañana, la temperatura del lago está bajo los 16 grados y son 3.515 metros los que debe superar cada nadador brazada tras brazada. Además del frío, el viento también es un factor determinante en esta competencia. Cada minuto que pasa, las corrientes del agua aumentan y con ello también el cansancio. 

Si bien la natación es ya uno de los deportes que más técnica y exigencia física demanda, las competencias en aguas abiertas son palabras mayores. Diego las conoce bien y con esta en particular tenía una deuda pendiente. 

“Cuando tenía 12 años competí en la Travesía. Era niñito, bien flaco… Iba primero y a los 300 metros perdí el conocimiento. Mis padres, que iban al lado mío en un kayak, me sacaron y mi mamá nunca más me dejó competir”, recuerda entre risas.  

En esta ocasión, 49 años después, llegó su reivindicación. Diego completó el trayecto, quedando primero en su categoría. “Más alla del resultado, para mí estar en el agua es espectacular. Nadar con el Imbabura a un lado y el Mojanda al otro fue muy especial”, relata. Además, en esta ocasión la experiencia fue única porque compitió junto con tres dragones que lo dejaron todo en el agua: Samantha Arévalo, Juan Antonio Guijarro y Esteban Muñoz.



¿Cómo consiguió hacerlo? Con disciplina y constancia. A diario Diego entrena entre 3.000 y 4.000 metros. A medida que se acerca una competencia, su preparación también sube de nivel. Piques, fondo, técnica… Todo ello para que al momento de la prueba pueda superarse a sí mismo. “En el agua uno entra en una especie de túnel. Eres tú contra ti mismo”, explica y confieza que pese a todo el entrenamiento, en la mitad de la prueba pensó en rendirse. “No sé qué me pasó, me desconcentré e inclusive pensé en salir. Pero me dije tranquilo que sí puedes. Entonces mejoré el estilo, me volví a concentrar y seguí”. 

COMBINANDO SUS DOS PASIONES

Las dos últimas ocasiones en las que Diego participó en una competencia en aguas abiertas lo hizo en sus amadas Islas Galápagos. Fueron dos cruces, el primero en la Isla de San Cristóbal, del León Dormido hasta Puerto Baquerizo y el segundo entre Santa Fe, hasta Puerto Ayora, en Santa Cruz. Cada uno de más de cinco y siete horas, respectivamente. 

Cuando se nada en el mar, los desafíos son aún más fuertes. “Uno siempre puede encontrarse con un animal más grande como un tiburón, aunque a los de las Islas los conozco bien – ríe – Aquí lo que más me  preocupaba eran las aguas malas. Uno siente latigazos en el cuerpo a cada rato, pero en ese momento lo único que se puede hacer es seguir nadando y aguantando”. Es que en la natación, el trabajo y el sacrificio son determinantes para llegar al éxito. Muchas veces hay que luchar ante la decepción y superar la frustración para conquistar las metas. 

Hoy Diego combina sus dos pasiones, el deporte y la Academia. Como rector de la USFQ, para él es fundamental integrarlos en el día a día del campus. “Nosotros estamos diseñando todo un programa que vincula a la ciencia con las disciplinas deportivas, algo que no se ve mucho en Ecuador. Por ejemplo, estamos involucrando a nuestras carreras médicas, de ingeniería mecánica e industrial y aplicando técnicas muy avanzadas de computación y análisis para estudiar el movimiento de las pesistas mundiales y encotrar mecanismos para ayudarlas a ser cada vez mejores”, indica. 

Además, la Universidad trabaja en proyectos que involucran a toda la comunidad. Una verdadera apuesta por la vida. 



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