María Cecilia Santos de Arosemena: “No hay oscuridad capaz de apagar la luz que tenemos adentro”
Para un artista el mundo que lo rodea muchas veces se vuelve su musa, su inspiración. Los colores, las texturas, los sonidos, olores y sensaciones son las herramientas que despiertan la creatividad. Un poeta necesita de sus palabras, un fotógrafo de su cámara, un bailarín de su cuerpo y un pintor de su lienzo. Cada sentido se vuelve esencial para el artista y se agudizan con el uso consciente de éstos. Sin embargo, la vista que se da por sentada es la principal para que nuestra mente visualice cada elemento que nos rodea, para que lo comprenda y de luz. Para la pintora, María Cecilia Santos de Arosemena, cuando su mundo oscureció y perdió su vista un 24 de julio de 1994, su vida y sobretodo su arte dio un giro.
María Cecilia presentó una gran afinidad por el arte desde una temprana edad. “Desde que yo era muy pequeña estuve siempre interesada por la pintura, toda mi infancia fue llena de colores, imágenes, diversión y alegría, convirtiéndose el dibujo y la pintura, en mi juego preferido,” dice la artista. A los 16 años exhibió por primera vez sus obras en Quito y continuó exhibiendo en Bahía de Caráquez y Guayaquil. María Cecilia se graduó del colegio Liceo Panamericano en Guayaquil en el año 1990.
Tuvo la oportunidad de estudiar arte en Nueva York en la Universiad de Westchester Community College y después transfirió sus créditos para continuar en la Universidad Estatal de Nueva York. En sus años universitarios la artista decidió tomar un curso de verano en la universidad “Lorenzo di Medici” en Florencia, Italia. Ella recuerda estos años como una “de las mejores experiencias en mi vida”. Como estudiante de arte pudo visitar los museos más renombrados y observar directamente obras maestras. “En clase de ‘Historia del renacimiento Italiano’ pude visitar iglesias o palacios, logrando ver la obra real sin tener que conformarnos al verla en una enciclopedia. También en clase de ‘Pintura y restauración de frescos’ logré subirme a los andamios para aprender a restaurar un fresco de una pequeña capilla de la ciudad. Éstas fueron experiencias maravillosas que nunca olvidaré.”
El 24 de julio de 1994, María Cecilia, de 22 años en ese entonces, estaba viajando hacia el norte de Italia con tres personas más. El auto en el que se encontraban sufrió un accidente de las cuales todos salieron ilesos menos ella, que sufrió un trauma cerebral con una fractura craneal. La herida causó la pérdida completa de la memoria y la visión de María Cecilia. Sin embargo, con el tiempo su memoria regresó pero la vista no. A raíz del accidente, María Cecilia se inclinó hacia la religión para ayudarla en los momentos difíciles. “Pero pienso que definitivamente cuando sufrí mi accidente, me uní mas a dios, volviéndome más espiritual, al darme cuenta que en ese momento de mi gran sufrimiento, nadie en el Mundo podía ayudarme, ni siquiera mis padres o los doctores, mis hermanos, familiares o mis mejores amigo. Nadie era capaz de hacerlo y al encontrarme completamente sola Dios fue el único que me pudo ayudar”.
La artista acudió a la Universidad San Francisco de Quito para continuar su título en Artes Plásticas. María Cecilia recuerda que las puertas de la USFQ se la abrieron al tener una entrevista con Carlos Montúfar y enseñar sus obras y portafolio al Decano de Arte y Arquitectura.
“En la época que estudie, yo era la única estudiante no-vidente en la universidad, Pero en ningún momento sentí discriminación, al contrario siempre los profesores y compañeros brindándome gran apoyo y comprensión,” dice María Cecilia. Se graduó en 1998, Suma Cum Laude, con su título en Artes Plásticas.
Para María Cecilia el arte no es solo su profesión sino es parte de su vida. Después del accidente, su pasión por el arte no cesó pero la artista cuestionó su habilidad para pintar. Sin embargo, atribuye a Dios la constancia con la siguió pintando, ya que se dio cuenta de algo esencial, en sus palabras, “el arte no visual, sino sensorial.”
“Cuando dios me dio la fuerza suficiente para seguir adelante, fue cuando me di cuenta que “la Discapacidad no es una barrera que nos impida hacer las cosas, pienso que las barreras se las crea uno mismo, peor aún gozando de plenas facultades físicas…” María Cecilia ahora pinta a base de sensaciones, sintiendo texturas, formas, etc. Cuando pinta plasma sus emociones en la cartulina y disfruta de este proceso artístico porque al final de su obra todo esto se convierte en un recuerdo sensorial. Define su arte ahora como Expresionista y Simbólica. Son obras mayoritariamente abstractas en los que quiere representar sus sentimientos a través de la “fuerza de los trazos o la sutileza o brillantes de los colores”.
Los obstáculos que María Cecilia ha tenido que a travesar no la han privado de continuar con su pasión o con sus estudios y tampoco de crear una familia. Al contar la historia de cómo conoció a su esposo Ricardo, bromea que “parece de telenovela”. Ambos se conocieron a los 8 años en la escuela que los dos atendían. Pero cuando Ricardo se cambió no se volvieron a ver hasta después de ocho años en una fiesta. La artista tenía 16 y Ricardo la sacó a bailar. Entre risas se dieron cuenta que habían estado en la misma escuela y él le pidió su número, a pesar de ser advertido que ella tenía novio. Ricardo la llamó constantemente después de la fiesta pero la comunicación cesó cuando el enamorado de María Cecilia en ese tiempo, se contactó con él. Casualmente, sus caminos volvieron a cruzarse (coincidentemente ocho años después) en un restaurante. María Cecilia estaba con su prima y su novia, que era amiga de Ricardo. “En esta ocasión nos presentaron pero yo ya no veía y no logre recordar su voz y el tampoco me reconoció al instante.” No obstante, llamó a su amiga a preguntarle acerca de la artista. Ricardo se cambió de universidad a la USFQ para poder estar con María Cecilia y para continuar con su extraña tradición del número 8, se casaron el 8 de mayo de 1999. La pareja tienen 2 hijos.
María Cecilia actualmente vive en Estados Unidos con su familia. Por el momento ha tomado un descanso de la pintura para escribir un libro sobre su vida. “Al haber perdido la vista me di cuenta que las cosas no suceden por casualidad, y todos tenemos una misión que cumplir en el mundo. Pienso que mi misión es transmitir mi mensaje de amor, fe, lucha y superación, y qué mejor hacerlo a través de un libro, puedo llegar a más personas en el mundo,” dice la artista.
También dicta charlas de motivación tanto en Ecuador como en Estados Unidos hablando sobre discapacidad y las herramientas que utilizó para superarlas. María Cecilia termina sus charlas con un mensaje final: “No olvidemos nunca que en el mundo no hay oscuridad capaz de apagar la luz que tenemos adentro”.
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