Casi puedo imaginar a Santiago Gangotena la noche de su fallecimiento. Para quienes habitamos la USFQ su caminar ágil, decidido y seguro era común, casi parte del paisaje cotidiano. Como la mayoría de los alumnos de la universidad, nunca tomé clase con él, pero sí lo conocí en dos espacios: en las charlas de bienvenida y de despedida, y en las caminatas. Y de esas dos cosas quiero escribir hoy que está ausente.
Llegar a la universidad y ser recibido por Santiago Gangotena era un shock. Te invitaba, casi ordenaba, a llamarlo a él y a los profesores por su nombre. Nada de licen, doc, doctora, o profe. Santiago, Juan Pablo, Daniela, Farith, Carlos. Ese mensaje de cercanía y casi camaradería maestro/alumno en la aventura de la educación fue sencillo y poderoso para mí, acostumbrado a anteponer títulos detrás de todo. Los títulos, me di cuenta pronto, nos separan, nos vuelven castas de educados e ignorantes y eso, no ayuda a aprender. Sus charlas también eran polémicas. Después de la valiosa enseñanza de los títulos y del espíritu de la universidad podían venir toda clase de chistes unos buenos y otros que hacían añorar el silencio.
Las conversaciones al inicio del año también eran una demostración de su talante político. Santiago era liberal. Yo lo veía como uno de overol, pala y azadón. No se dedicó a filosofar, sino a construir. Trabajó toda su vida por un espacio en el mundo en el que las ideas puedan fluir e influenciar seres humanos libres que, a su vez, luchen contra los poderes que permanentemente, buscan trastocarla. Era un convencido de que la educación privada es un motor de la libertad. Entendió la complejidad de la empresa educativa. En la USFQ se aprende matemática y también cerámica. Física y también derecho, música y astronomía, porque todo está relacionado. La construcción de esa persona holística y consciente de la riqueza de la humanidad era la mayor garantía de libertad. Y eso logró. Y allí está su odisea.
Ese era el Santiago que conocí. Un personaje tan sabio como polémico, tan picante como luminoso. La partida de un hombre así de complejo, que vivió en la honestidad de su pensamiento y del tesón incansable de su visión y de su trabajo deja un sabor extraño. Por un lado, es simplemente un shock y una segura tristeza al no verlo feliz, inspirado, planificando chistes, historias y enseñanzas para recibir a los dragones. Por otro lado, su legado es tan profundo, tan vivo, tan visible en cada estudiante feliz, en cada profesor inspirado, en cada jardín bien cuidado y en cada copa de vino bien servida, es tan abrumadora su presencia, que el mensaje de Santiago, en su complejidad y su sabiduría, se quedará. Además, Santiago nos dejó mientras caminaba y eso tiene un mensaje poderoso. Con ese paso y ese ritmo, él ya debe haber llegado.
https://www.vistazo.com/opinion/columnistas/victor-cabezas/santiago-nos-dejo-caminando-LB4982692
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